La chef María Salinas nos cuenta con gran entusiasmo la clase de cocina que impartió a los niños y niñas del centro de educación especial Pinyol Vermell, gestionado por la asociación de parálisis cerebral de Baleares, Aspace.
Empecé el día con nervios, ya que mi rutina cambiaba unas horas. ¡Estoy invitada a enseñar a los niños a cocinar!
Cuando entré en el colegio, enseguida bajó Cristina, la directora de Aspace, quien, pendiente de mi llegada, consiguió que me tranquilizará enseguida.
Yo, cargada de buenos propósitos, intenté que me diera las pautas para poder ayudarles a conseguir la tan necesitada furgoneta. Que sé de buena tinta, que intentan recaudar dinero para que se puedan mover los niños con seguridad en la carretera.
– «Dime, por favor, Cristina, qué podemos hacer para dar a conocer vuestra necesidad respecto a la furgo«.
– «Tranquila, María, hoy es una clase de cocina a los niños y están muy nerviosos por tu llegada», me responde ella con su más bonita sonrisa.
Bueno, pues aparto por un momento mis intenciones solidarias y me meto en mi pasión de lleno: la cocina.
Y cuál fue mi sorpresa al descubrir en el aula del jardín a los peques de Pinyol Vermell con una sonrisa gigante. ¡Una locura de alegría había en el aula!.
Enseguida busqué a mi ayudante Mateu, un angelito muy nervioso, que me dijo convencido: «yo soy muy fuerte, María, puedo ayudarte». ¡Me lo como a besos, por dios!
Así que después de las presentaciones y de muchos nervios por parte de todos, incluidos alumnos, maestras y yo misma, empezamos a preparar el pan focaccia…
Trabajábamos todos con el mismo fin, con mucha atención, observando amasar el pan y tocando el pan crudo… Como bien digo yo siempre, la comida, el cocinar, unifica a los presentes.
¡Convertimos la clase en una fiesta! Algunos de los niños iban siguiendo los pasos: amasar-calentar… Y el corazón se nos iba hinchando a todos de amor…. Porque como suelo decir con otra frase que es muy buena y característica mía: ¡cocinar es dar amor! Ellos en todo momento me lo dieron a mi, mientras jugaban con la masa, mientras tocaban la harina, cuando me acercaba y se reían mucho. Y ni qué decir de mi compañero y ayudante Mateu, nervioso súper -responsable y muy servicial. ¡Todo un orgullo de clase!
Una tutora del centro me mostró una carpeta con lo que les han enseñado durante el curso sobre gastronomía. Fotos y dibujos de pan, huevos, leche, pollo… Es la manera de dar a conocer a los niños con tanto cariño los productos que nos comemos. Que magníficas tutoras mostrándome con orgullo su manera de enseñarles…. Grandes personas, ¡si señor! Pasé una mañana de lujo porque más que enseñarles yo, ellos me enseñaron a mi el sentido del amor, la vida y qué importante es que nos ayudemos los unos a los otros.
Ni qué decir, que fue muy muy mágico el momento en que volví a ver a Elena, la niña junto a la que comparto miss junio en el calendario 2014 de Aspace. De nuevo, le descubrí esa maravillosa sonrisa y el corazón se me iba llenando de cariño. Ver la importancia que le dan a todos los detalles, todos, personal y alumnos, me reafirma en que son una bendita muestra de amor, solidaridad y fuerza que todos deberíamos tener.
El resultado fue una clase llena de harina y de sensaciones, de niños que han descubierto cómo es el pan crudo y cómo huele cuando se está cociendo. Juntos nos lo comimos en el aula.
Así que me fui muy cargada de fuerza y de ilusión de ver que han disfrutado de una clase de cocina. Y me llevo la promesa de que el año que viene vuelvo a compartir una mañana con ellos.
¡Muchas gracias por todo, chicos!