Nunca podrían imaginarse los “sollerics” que lucharon contra los corsarios turco-argelinos, aquel once de mayo de 1561, que su gesta sería recordada 455 años después y que se convertiría en la fiesta más importante del valle. La gente de Sóller celebrando y recordando aquellos terribles hechos quiere reflejar su identidad cultural y social. Por eso es fácil percibir a través de es Firó la unión de los sollerics como pueblo.
Dicho esto, para mí es Firó es fiesta, celebración y sentimiento pero también disfrute del momento álgido de la primavera en nuestro valle con sus aromas, colores y sabores. Bajar con el tranvía hasta el puerto es cita ineludible para disfrutar de los pequeños rincones y patios con sus bunganvillas, huertos recién sembrados y ver nísperos y albaricoques sobre el naranja que lo inunda todo con el aroma de flor de azahar a modo de ambientador.
Por allí andan al alba los protagonistas del plato estrella de las fiestas, los caracoles. Tanto los que cocina mi madre como los de mi suegra Margalida son antológicos: con su tripa, camaiot, costilla, habas… un alioli como Dios manda y el tinto que Cati nos escoge, mallorquín con cuerpo, un vinazo cómo no… Los suelo degustar en casa de Margalida, a un paso de donde nos reunimos las tropas cristianas para iniciar la contienda.
Llegar a la plaza y encontrarse con la multitud de payesas es uno de esos momentos mágicos y emocionantes que de por sí justifican participar en el Firó.
Por la tarde, a la vuelta del puerto, merendamos con frito mallorquín y coca de albaricoque; es básico asentar el estómago entre tanto petardo y batalla para llegar con vida al acto final al atardecer, con esa luz mágica de mayo que, con la Balanguera de fondo y el ruido de disparos y gritos de victoria, un año más despide un Firó inolvidable.
Llegado este momento dependiendo de lo que uno haya bebido, gritado, fumado, amado… decidirá el camino a tomar.
Hace años creamos el granizado de caipiriña con fruta de la pasión que sigue triunfando entre amigos y noveles – con todo nuestro respeto a las hierbas mallorquinas- pero más refrescante cuando el calor aprieta y menos resacoso.
Me pierdo entre la gente donde encuentro a mis hijos y a mis amigos que hacía un año que no veía. Porque para mí el Firó es principalmente esto, estar con mi gente y compartir nuestro amor por Sóller y su historia.
¡Visca Sóller i visca es Firó!