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El chef Benet Vicens nos confiesa las vivencias de este verano 2015 en Bens d’Avall, su encantador restaurante ubicado en Sóller desde cuya terraza -que asoma al acantilado- puedes ver algunas de las mejores puestas de sol de Mallorca.
Pero Bens d’Avall no es sólo un lugar donde se sirve comida; «es mi casa, la de mi familia y la casa de nuestros clientes…», puntualiza el chef. Es aquí donde trabaja codo con codo con su mujer Cati y con su hijo Jaume quien, tras formarse y realizar varias estancias en restaurantes, se maneja bien en la cocina de Bens d’Avall que ahora presenta su nueva carta.
“Hasta ahora se están cumpliendo todas las previsiones y estamos trabajando muy bien», nos cuenta Benet. «Bens d’avall es un restaurante con una larga trayectoria en los que ha habido muy pocos cambios en cuanto a la afluencia de clientes, hemos tenido suerte y solemos trabajar bien.»
El verano ha traído clientes sobre todo del norte de Europa, principalmente de Noruega, Suecia, Dinamarca y Alemania. «Es una clientela muy educada. Se puede decir que tenemos un cliente que sabe a lo que viene y llega al restaurante conociendo lo que ofrecemos».
La oferta de Bens d’Avall se adapta al cliente. «A los residentes les regalamos un descuento porque a veces se necesita un pequeño empujón y también es una manera de que nos conozcan; al final, normalmente repiten. También tenemos un menú express y un menú degustación. Mi consejo es que el cliente disfrute y deguste con tiempo cada menú». Es un ritual de entre dos y tres horas que permite disfrutar de los sabores mediterráneos mientras sientes la brisa del puerto de Sóller.
«Bens d’Avall se caracteriza por tener una clientela con coraje para comer, disfrutar y pasarlo bien, eso nos gusta. Aquí les damos de comer, pero también reciben una parte de nosotros, de nuestra vida y de lo que significa para nosotros la buena cocina. Le ofrecemos un 99% productos mallorquines, intentamos transmitir esa coherencia, ser fieles a la cocina tradicional con los sabores de aquí, siempre con un punto de modernidad».
Este año el chef tiene la suerte de contar con su hijo Jaume de quien destaca la creatividad que da a sus platos. «Lleva trabajando todo el verano con el equipo, lo que es un lujo para mi. Tenemos una relación muy buena; siempre ha habido un cierto respeto y admiración. Significa mucho para mi que haya decidido trabajar con nosotros. Se incorporó por voluntad propia, hace su trabajo, se gestiona muy bien, sólo puede decir maravillas de mi hijo. Como en todas las casas algunos días pueden ser catastrófico, otros divinos. Pero en nuestro caso, el respeto y el trabajo bien hecho siempre han estado presentes. Llevo 31 años trabajando de cocinero y nunca ha habido ningún problema en la cocina, así que son esos valores los que le hemos querido transmitir, mi mujer y yo, a Jaume. Aunque no voy a negar que como padre me gusta hacerle alguna jugarreta a ver si cae, pero sabe mucho ¡más que yo a su edad! Lo pasamos bien».
«El mayor reto que tiene mi hijo ahora es mejorar y crear valor desde su posición para la próxima generación. Pero tiene una ventaja que le ayuda mucho a posicionarse; su don de gentes. Además, tiene una capacidad potencial para poder adaptarse a cualquier trabajo de la hostelería. La pastelería es su debilidad, le encanta y se siente muy cómodo trabajando en ello, está aprendiendo mucho. Una curiosidad: lo más le gusta es la fermentación, que se trata de la técnica más difícil en pastelería. Digamos que le gustan los retos.”
La próxima confesión, sin duda, tendrá que ser la de Jaume Vicens. ¡Buen trabajo, Bens d’Avall!
