A la hora de crear un plato lo primero que intento tener claro es el producto principal que voy a usar para elaborarlo y sobre éste empiezan a girar las pruebas. Pruebas de combinaciones de texturas, de guarniciones, de métodos de cocción, temperaturas e incluso de la vajilla en la que después se servirá. Pruebas y más pruebas hasta conseguir un maridaje perfecto de texturas y sabores con la mejor presentación posible.
La mayoría de las veces esto no se consigue fácilmente y el resultado no es siempre el deseado. Hay días en los que buscas la creatividad y no aparece y, sin embargo, hay otros en los que llega sin pretenderlo.
Hace unos días estaba con mis hijas tranquilamente en la playa, tirando unas piedras al agua y, mientras jugaba con ellas y nos envolvía la brisa marina, les dije: «esta sensación a mar la tengo que llevar a un plato». Y sobre su cara de asombro empecé a pensar cómo podría hacerlo. Enseguida empezaron a llegarme ideas…
Con esta inspiración elaboré unos espaguetis marinos, salteados con aceite de guindilla y aliñados con salsa ponzu trufada.
Muchas veces nos esforzamos y queremos que nos lluevan las ideas y, sin embargo, aparecen cuando más tranquilos estamos.